Soy tan patético que me da nauseas verme al espejo, pensar y ser conciente de mi existencia. Mi vida me da asco, no puedo esperar ni un minuto más a que se acabe, incluso aunque no esté mas para ver como sucede.
Todas mis malas decisiones me han traído hasta aqui, hasta este punto asqueroso y ruín del que no puedo y ya ni siquiera quiero salir.
Solo quiero optar fuera, optar fuera dr toda la rabia irracional que me produce el mundo y la vida. De todas las relaciones vanas y construcciones falsas que mi mente produce a diario.
Todo son puras como conjeturas. Estoy cansado de eso. Por qué todo tiene que ser tan plano? Nada trascendente, nada nuevo, siempre la misma mierda, todos los dias, todo el tiempo, inclusive en el vacío mental que ocurre antes de conciliar el sueño.
El estancamiento, rancio y podrido, agobia toda idea que pasa por mi cabeza o es producida por ella.
Ella, todo es culpa de ella. Es el ser mas interesante del lugar al que, por obligación, asisto a diario. Eso no quiere decir que sea totalmente especial, solo que aquél lugar está lleno de pretensiones idiotas y ella logra apaciguar algo de eso.
Luego llegan dias como hoy y me dan ganas de romperme la cabeza contra la pared blanca de mi habitación. Que se riegue toda mi sangre por el suelo, que la pared quede llena de coágulos imposibles de remover, que todo quede lleno de trozos de cráneo cortopunzante.
Vida estúpida y aburrida, hogar agresor a mis sentidos, el ruido de mierda que la gente produce al hablar sin sentido. Que me mate un tren y no su tremenda idiotez natural. Claro, en este costal de superficialidad llamado Bogotá ni siquiera hay trenes. Mierda, mierda, MIERDA!
Nada me place, nada me convence, mucho menos me motiva, el progreso de mi vida cada vez mas se vuelve una reducción al absurdo, una horrible falacia que los paradigmas me han hecho creer que es agradable o buena, o mejor, útil.
No, la verdadera cara de la vida es el tormento que la misma mente genera. La conciencia se (me) retuerce y se mastica a si misma mientras se pregunta sobre el pasado y sobre el futuro. No descansa y yo no descanso, nunca hay calma.
El patetismo como un perro callejero que nadie se digna a alimentar, entonces permanece ahí, lánguido y hambriento, mas ahí se queda.
Esperando un trozo de hueso de parte de la esperanza falsa que mi mente desgraciada se atreve a producir, para luego morderlo y vomitarse en la acera de enfrente a mi cordura. Entra la migraña.
Ojalá esa sea la que un día me mate, ojalá que ese dolor punzante que me deja ciego cada vez que me invade, se atreva a darme la estocada final. Así moriré retorciendome de dolor, igual a como lo hace mi conciencia al pensar en ella y en el mundo cada segundo que pasa.
Pero solo puro dolor, y la desgraciada de la muerte no llega.