miércoles, 11 de abril de 2018

Ese truco de recordar...

El humo de su cigarro se iba suavemente con el viento. Daniel sentía como el calor del tabaco inundaba sus pulmones con cada calada. Con cada respiro recordaba aún más, siempre un poco más, de su vida y sus aventuras de joven. De todas las mujeres que pasaron por su vida, de las que se enamoró y las que se enamoraron, las que murieron o desaparecieron con el tiempo, las fugaces, las bellas, las no tan bellas, las obsesivas. Las recordó a todas y a ninguna en particular.

El blanco de su mente divagando se fijó en Lucía. Lucía lo era absolutamente todo y nada en particular. Sus tetas eran no muy grandes ni muy pequeñas, tenía un lunar bajo el pezón izquierdo que a Daniel le parecía curioso, y que besaba y lamía con amor cada vez que la desvestía, a ratos encendiendo su motor, a ratos matándola a cosquillas y matando todo prospecto de sexo candente por los siguientes 30 minutos, minutos los cuales Lucía procedía a usar para decirle a Daniel que lo mataría a la próxima que le hiciera cosquillas; las detestaba. Daniel la amó, y amaba ese lunar.

Cansado pero sin sueño, fue por un vaso de whisky a la cocina. Su amor por el alcohol nunca se fue, por más que sus hijos lo acosaran con que no le hacía bien y lo único que hacía era empeorar su condición, pensar en sus mujeres le daba una sed, una sed que le partía el alma y la garganta, una sed que buscaba ser engañada mas no saciada. A sus 65 años las rodillas le dolían, bajar esas escaleras hasta la cocina por ese puto vaso de licor color almendra era realmente un acto de masoquismo.

Era un Nikka, un whisky japonés que, así como el casi extinto Yamazaki, comenzó siendo un barato whisky nacional por el que nadie pagaría más de 400 yenes/vaso, un whisky para estudiantes vaciados con aires de poeta, hasta que comenzaron a adornarlo y a hacer menos, a hacerlo escasear. El litro en 20 años pasaría de costar unos meros 1000 yenes (algo así como 30 mil pesos), a costar más de 8000. El sabor, claro está, siguió siendo igual. Esto hacía que Daniel se riera de los jovencitos que se reían de otros jovencitos con menos dinero que ordenaban John's en las rocas o un Goran en soda. "Algún día lo sabrán, pero no de mí", pensó Daniel mientras al fin lograba aterrizar su culo en ese sillón de cuero grandote que parecía recibirlo como una amante de más de 2 meses y menos de 4, de esas que suelen decir desde la cama a las 3AM "No te levantes, no hace falta, no te vayas nunca" y así.

Había conocido a Lucía a los 25, recién se había graduado de su maestría, hacía dos días. Era un viernes y estar en cualquier otro estado distinto a "ebrio" o en camino era sacrílego en este país, y pues Daniel ya iba en el segundo Pokerón. Llevaba charlando con sus amigos en uno de esos bares cutres cerca a la Nacho cuando vio a una chica de cabello corto, bajita, tratando de alzar a uno de sus amigos que había bebido demasiado, y arrastrarlo hasta un Uber que esperaba a la salida en la avenida. Al ver que el tipo le llevaba una cabeza, y probablemente unos 20 kilos de ventaja, se aproximó y le ayudó a levantar al tipo, llevarlo hasta el carro y despacharlo.

La chica le dio las gracias y comenzaron a charlar. Lamentablemente Daniel andaba algo ebrio y no recordó mucho de aquella conversación al día siguiente, solo podía recordar sus labios delgados moviéndose, diciendo que era estudiante de literatura de Los Andes, que García Márquez estaba sobrevalorado (loca) y que al que acababan de subir al Uber era su novio después de haber confesado haber sido infiel en una fiesta hacía pocos días.

A la mañana siguiente, con un guayabo espantoso, como una piedra en el zapato, mas no en el zapato sino en el cerebelo, el peor de su vida (como cualquier resaca, claro), agarró su celular, abrió whatsapp y vio un mensaje de un número desconocido:

  Lucía Sánchez
- 316-74*******: Gracias por ayudarme anoche,
ese man estaba todo ebrio y qué mamera...

- Yo: Perdón, anoche estaba algo jodido y pues
no me acuerdo de mucho. Terminó todo bien con
tu novio?

*Agregar contacto*

- Lucía labios bonitos novio Uber: Sí, de maravilla.
Obviamente ese desgraciado ya no es mi novio,
pero bue...

*Editar contacto*

-Lucía labios bonitos exnovio Uber: Te acuerdas
que me hablaste de una muestra de cine japonés
en cine tonalá?

-Yo: Espero haberte prometido ir (francamente
no me acuerdo), porque va a estar re buena.
3pm, va?

-Lucía labios bonitos exnovio Uber: Me parece
el colmo que no te acuerdes (carita feliz), dale.

Y así fue como Daniel tuvo su primera cita con la mujer, con el corazón y la lengua más hermosos que jamás tocaría. Mientras se llevaba su Nikka a los labios, mojando y dejándolos adormecerse, recordaba ese primer beso en aquel sofá negro de la sala de su casa de entonces, su brazo rodeándola, las dos felinas bestias peludas, Tesla y Buda, en su regazo. Habían quedado de ver una película de acción, porque según ella John Wick era lo mejor después de la aguapanela enlatada, que nada mejor para el guayabo que ver a un tipo matando muchos tipos (y sí, le terminó encantando).

El brassiere y la ropa interior de lucía combinaban esa noche, de un color negro azabache, y se veían divinos (le había preguntado a 3 amigas), sin embargo Daniel no se enteró. Esa noche no tiraron.

Como cualquier mujer dolida por una traición masculina, necesitaba tiempo para dejar de sentirse mal por desear a otro hombre sin haber pasado por el "período de duelo obligatorio" estatal para quedar libre de toda sensación de culpa o riesgo de volverse afiliada de la Asociación Internacional de Canes Femeninas, organismo del que se dudaba su existencia y sin embargo era el terror de las mujeres alrededor del mundo.

Pasadas dos semanas hicieron el amor.

Daniel ya la amaba, y ella dudaba de su cariño. Pailas.

A pesar de que era físicamente hermosa (o a razón de ello, quién sabe) los hombres que habían pasado por su vida no habían sido precisamente los mejores. Uno de ellos mintió sobre tener un condón puesto, casi la embaraza y además no quería pagarle la prueba de embarazo, otro le agarró el culo a su mejor amiga, ebrio, en frente de ella diciendo que era "jugando", dos de ellos mantuvieron infidelidades por varios meses, de las que sus amigos sabían y nunca le contaron... en fin.

Por esas épocas Daniel andaba saliendo con una mujer mayor, de unos 33, que andaba bastante encarretada con él, y aunque le gustaba, pues las charlas embriagadas a las 2am eran entretenidas, había algo que faltaba, algo irremplazable y rotundamente importante que simplemente no estaba. Solé hablaba de filosofía en cuatro idiomas, tenía buen culo y hasta la chupaba de maravilla... pero no hubo manera de enamorarse de ella.

Sin embargo Daniel siguió saliendo con las dos mujeres sin tener en cuenta que aunque nunca prometió fidelidad a ninguna, las dos en su infinita feminidad, la asumieron. Ese pequeño detalle no vendría a patearle el culo sino hasta mucho después, después de haber olvidado.

Daniel y Solé dejaron de verse 3 meses después de que comenzara a verse con Lucía.

Lucía visitó a su prima Solé para ablandarle el desamor el sábado siguiente.

Lucía abrazó a su prima, le dijo que todos los hombres eran unos perros hijueputas (todos primis, todos, no llores, ya, mira que traje un vinito), y a continuación destapó una botella de vino que había comprado a 19 mil devaluados pesos en el D1. La consoló toda la noche, la escuchó llorar y llorar mientras preguntaba a gritos ahogados qué haría con esa edad, con esos 33 años en los que cada estría, cada arruguita por más pequeña que fuese pesaba en el alma de una mujer acostumbrada a matar de locura a cuanto hombre se le cruzaba, no solo por ser grande en los sitios adecuados y tener piel de bebé, sino por su sagacidad incisiva, sus chistes sobre palomas y su amor al licor barato los sábados en la noche.

Todo iba bien (o al menos, así de bien como puede ir una sesión de apoyo mujer a mujer a las 2 AM un sábado lluvioso) hasta que Solé le mostró las conversaciones de whatsapp. Daniel, dios bendiga sus buenas intenciones, trató de ser lo más suave posible al tratar de desprenderse de Solé... Pero a sus ojos, no había sido más que despiadado, cobarde. No se hacen fogatas sin tirar abajo algunos árboles.

- Negrito: Mira, ya te lo dije de la mejor manera
que pude. Es que no lo siento. Eres maravillosa,
hermosísima, de verdad que sí. Pero... nada. Lo
que te dije ayer en la tarde cuando pasamos por
el PanPaYa de la 53... Pues nada. Tú sabes que
no soy bueno con las palabras.

- Yo: No me hagas esto Dani, yo te quise, yo te
quiero, yo te amo. Tú hablaste de querer hijos,
yo los recibiría, no entiendo qué hice mal, de
verdad que no, no entiendo. Dime qué tengo
que hacer... (Visto a las 16:33)

A Lucía se le abrió un vacío hondo en el pecho, se le anudó la garganta, de esos nudos enredados hasta la madre, como cable de audífonos en el bolsillo de un borracho. Podría haber sido que Daniel le hubiese roto el corazón a su querida y díscola prima Solé, o que haya sido un insensible al comunicarse por whatsapp como siempre, o imaginarlo desnudándola, mordiendo su cuello y lamiendo tras sus orejas como lo había hecho con ella la mismísima noche anterior.

Pero no, lo que le molestó fue que ella hubiese llegado primero, que lo hubiese conocido y tenido y amado primero, que no hubiese sido ella la primera en haber encontrado a ese hombre que, aunque algo pendejo en cuanto a mujeres se trataba, no era malo, no realmente.

Pero ya no hubo vuelta atrás, y todo se les fue a la mierda después de eso...


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