Maldigo estos instantes
vacíos, insignificantes
malvadas e transigentes
dudas en mi mente
sufrí bajo el flagelo,
sufro y sufriré
sufriendo hasta el final
vilevíctime de mi ser
palabras más,
y menos
que el cielo y el infierno
habrán de surcar
más que se quemen,
se ahoguen y mueran
antes que inundar
a vos y tus oídos
mi silencio y vida,
como mi grito y muerte
voy
y grito adentro, callo afuera
dentro muerto,
¿vida?
solo y apartado
aparente.
martes, 18 de septiembre de 2012
miércoles, 12 de septiembre de 2012
Canto y Corazón
Mi piel piensa en ti. Mis manos piensan en el recorrido del contorno de tu cadera, y mis labios, el calor de los tuyos. Dulce acecho de la pasión malograda y desesperante, que ansía poder ver para evocarse y ser lo que siempre quiso. Ojos del color del cedro, vivos y resplandecientes que resaltan sobre el gris de una urbe marchita.
El suspiro de mi boca es el reflejo del calor que emana de mi interior mientras mi mente y cuerpo flotan sobre ti. Es inevitable. Todo lo que soy es propiedad de tu espíritu libre y consciencia pausada.
Es solo tuyo el contorno que percibo con la vista y anhelo con el resto de mis sentidos mientras que escucho tus cálidas palabras inundando mis oídos.
La razón escapa de mi cabeza apenas te siento a mi alrededor. Dama intranquila que has sembrado la semilla de un apego pacífico y desaforado. Cruel corazón el mío, que me hiela la sangre de estupefacción, desarma mi lengua, luego empieza a galopar.
Eres mi frenesí de caos y el canto apocalíptico de mis días bajos, eternos. Pierdo el rumbo hacia el infinito en el abismo de tus palabras. Mi razón fallece, mi corazón se rinde abatido ante todo tu ser y esplendor, se sumerge y bebe del lago de tu voz.
Paciente espero verte convertida en algo que ya eres, pero que estoy demasiado ciego para ver. Quiero verte convertida en la utopía del caos y la perfección, sobre la que voy detrás, amarrado al resplandor de tu sombra.
El suspiro de mi boca es el reflejo del calor que emana de mi interior mientras mi mente y cuerpo flotan sobre ti. Es inevitable. Todo lo que soy es propiedad de tu espíritu libre y consciencia pausada.
Es solo tuyo el contorno que percibo con la vista y anhelo con el resto de mis sentidos mientras que escucho tus cálidas palabras inundando mis oídos.
La razón escapa de mi cabeza apenas te siento a mi alrededor. Dama intranquila que has sembrado la semilla de un apego pacífico y desaforado. Cruel corazón el mío, que me hiela la sangre de estupefacción, desarma mi lengua, luego empieza a galopar.
Eres mi frenesí de caos y el canto apocalíptico de mis días bajos, eternos. Pierdo el rumbo hacia el infinito en el abismo de tus palabras. Mi razón fallece, mi corazón se rinde abatido ante todo tu ser y esplendor, se sumerge y bebe del lago de tu voz.
Paciente espero verte convertida en algo que ya eres, pero que estoy demasiado ciego para ver. Quiero verte convertida en la utopía del caos y la perfección, sobre la que voy detrás, amarrado al resplandor de tu sombra.
jueves, 6 de septiembre de 2012
Sábado en la tarde
Lágrimas ácidas quemaban el suelo,
cargadas de odio y celo
en aquél parque se besaban ellos dos
mientras ella corría a decir
"yo te amo a vos..."
arrancábase suaves cabellos dorados
yacía sola en su habitación
sollozando suavemente al compás
de un jazz destrozado
decían todos que moriría en soledá
todos creían saber la verdá
sobre ellos dos decían
que no sabían sobre el amar
a lo lejos una estática señal
ella gritando al aire
se caía a trozos su amor ideal
su madre escuchaba paciente al teléfono
"la persona que amas, puede desaparecer"
el llanto decrecía en cantidad
ya su tristeza no era sonora
seguía sin saber que hacer ahora
parecía que dolería mas de una eternidad
gritos en vano
cuchillo en mano
un odio mal sano
recuerdo vivo, ruin, villano
sufría mas, cada vez
las viejas delicias
se tornaban amargas con rapidez
cada segundo extrañaba sus caricias
paisajes infinitos
trasfondos absolutos
sinfín de sentimientos
más por fin abandonó sus instintos.
cargadas de odio y celo
en aquél parque se besaban ellos dos
mientras ella corría a decir
"yo te amo a vos..."
arrancábase suaves cabellos dorados
yacía sola en su habitación
sollozando suavemente al compás
de un jazz destrozado
decían todos que moriría en soledá
todos creían saber la verdá
sobre ellos dos decían
que no sabían sobre el amar
a lo lejos una estática señal
ella gritando al aire
se caía a trozos su amor ideal
su madre escuchaba paciente al teléfono
"la persona que amas, puede desaparecer"
el llanto decrecía en cantidad
ya su tristeza no era sonora
seguía sin saber que hacer ahora
parecía que dolería mas de una eternidad
gritos en vano
cuchillo en mano
un odio mal sano
recuerdo vivo, ruin, villano
sufría mas, cada vez
las viejas delicias
se tornaban amargas con rapidez
cada segundo extrañaba sus caricias
paisajes infinitos
trasfondos absolutos
sinfín de sentimientos
más por fin abandonó sus instintos.
domingo, 2 de septiembre de 2012
Causa
Me encuentro frente a la puerta, mi puño cercano al duro cedro que me separa de tu morada. Mi cabeza recorriendo escenarios posibles mas rápido que la luz tenue que escapa por los resquicios de la dura madera. Me encuentro frente al cuatrocientos cuatro de la torre doce. Siento que mis pies se encuentran sobre la baldosa, pero mi mente está en el frío infinito del quizá.
Todo está frío a mi alrededor, ocupo el espacio de una baldosa en este recinto de universo. La noche silenciosa y acosadora entrando sin permiso por la ventana del pasillo. Toda una atmósfera de vida común en un momento siniestro que invade mi corazón en forma de duda. Los nudillos de mi mano derecha acarician la oscura madera y mi mente no se digna a ordenarles que que den el siguiente paso.
Cada segundo que pasa se alarga en contraste con mi pulso. Mi respiración haciendo señales de humo frente a mí. Hago suposiciones de lo que hay detrás de esta fatídica puerta, pero caigo en la cuenta repetidas veces, de que no tengo ninguna certeza.
No sé si me espera aquella femme fatale que tanto deseo.
Aquella que inunda mi cabeza de sospechas y amargura. Una parte de mí quiere perderse en el caos de sus ojos, agotar todo sentido racional de la realidad y sumirse en el abismo de la obsesión y el cansancio. Y la otra, cuya voz es cada vez mas tenue con el pasar de los segundos, susurra lastimeramente como un perro viejo, una advertencia cada vez mas lejana.
Ya la impaciencia agobia mis sentidos, escucho su voz cerca de mi oído y el perfume de su cuerpo inunda mi cabeza, mientras siento como mi mano recorre su piel con paciencia voraz. Sus ojos color oliva amarrados a los míos mientras sus labios se acercan para darme el golpe final. La bocina de un auto me devuelve a la realidad.
Se me acaba el tiempo.
Es demasiado, no soy capaz de hacer nada al respecto. Me rindo. Me marcho pausadamente. Mis pies arrastran el peso de la cobardía y mi mente se retuerce de rabia. Siento como un ladrillo se hunde dentro de mí y hace mas difícil la tarea de caminar. Finalmente introduzco mi derrotado cuerpo en la silla de conductor de mi auto y miro al frente en silencio.
El auto hace un pequeño estruendo al encenderse cuando introduzco la llave. Manejo sin destino particular hasta que me doy cuenta que voy por las montañas y a los lados solo hay bruma y abismo. Considero el girar el volante a cualquier lado y dejarme llevar, pero temo sobrevivir.
Finalmente me provoca parar en un lago. Miro detenidamente el cielo estrellado y la luna. Luego veo el adoquinado que recubre el suelo alrededor de una falaz laguna. Veo una silla y me siento. Prendo un cigarro y espero algo desconocido que nunca llega. Espero paciente con mi revólver sobre mis piernas.
Finalmente amanece, la aguja impacta contra una bala que luego impulsa la pólvora en trayectoria corta y directa a un centímetro de mi sien. Que cobarde soy, alcanzo a pensar, que cobarde e idiota he sido.
Todo está frío a mi alrededor, ocupo el espacio de una baldosa en este recinto de universo. La noche silenciosa y acosadora entrando sin permiso por la ventana del pasillo. Toda una atmósfera de vida común en un momento siniestro que invade mi corazón en forma de duda. Los nudillos de mi mano derecha acarician la oscura madera y mi mente no se digna a ordenarles que que den el siguiente paso.
Cada segundo que pasa se alarga en contraste con mi pulso. Mi respiración haciendo señales de humo frente a mí. Hago suposiciones de lo que hay detrás de esta fatídica puerta, pero caigo en la cuenta repetidas veces, de que no tengo ninguna certeza.
No sé si me espera aquella femme fatale que tanto deseo.
Aquella que inunda mi cabeza de sospechas y amargura. Una parte de mí quiere perderse en el caos de sus ojos, agotar todo sentido racional de la realidad y sumirse en el abismo de la obsesión y el cansancio. Y la otra, cuya voz es cada vez mas tenue con el pasar de los segundos, susurra lastimeramente como un perro viejo, una advertencia cada vez mas lejana.
Ya la impaciencia agobia mis sentidos, escucho su voz cerca de mi oído y el perfume de su cuerpo inunda mi cabeza, mientras siento como mi mano recorre su piel con paciencia voraz. Sus ojos color oliva amarrados a los míos mientras sus labios se acercan para darme el golpe final. La bocina de un auto me devuelve a la realidad.
Se me acaba el tiempo.
Es demasiado, no soy capaz de hacer nada al respecto. Me rindo. Me marcho pausadamente. Mis pies arrastran el peso de la cobardía y mi mente se retuerce de rabia. Siento como un ladrillo se hunde dentro de mí y hace mas difícil la tarea de caminar. Finalmente introduzco mi derrotado cuerpo en la silla de conductor de mi auto y miro al frente en silencio.
El auto hace un pequeño estruendo al encenderse cuando introduzco la llave. Manejo sin destino particular hasta que me doy cuenta que voy por las montañas y a los lados solo hay bruma y abismo. Considero el girar el volante a cualquier lado y dejarme llevar, pero temo sobrevivir.
Finalmente me provoca parar en un lago. Miro detenidamente el cielo estrellado y la luna. Luego veo el adoquinado que recubre el suelo alrededor de una falaz laguna. Veo una silla y me siento. Prendo un cigarro y espero algo desconocido que nunca llega. Espero paciente con mi revólver sobre mis piernas.
Finalmente amanece, la aguja impacta contra una bala que luego impulsa la pólvora en trayectoria corta y directa a un centímetro de mi sien. Que cobarde soy, alcanzo a pensar, que cobarde e idiota he sido.
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