jueves, 1 de noviembre de 2012

El Humo

Para escribir tiene que haber humo.

Es esencial.

El humo disipa las nubes de la mente, y las transmuta en nuestro aliento para poder verlas en frente de nosotros. Fuera de nosotros. Simplemente se vuelven un obstáculo que podemos atravesar con solo un movimiento de la palma de la mano.

Con cada una de las exhalaciones el humo brota, frío o cálido, denso o leve, fuerte y amargo o dulce y aromático. En mi caso particular, es un humo denso, cálido y aromático, que trae en frente el conocimiento y la inspiración mientras desangro mi alma por medio de mi pluma en una hoja de papel gruesa y blanca.

Mientras tanto suceden varias cosas en el mundo a mi alrededor. Es un mundo cotidiano a simple vista, se podrían hacer suposiciones breves y estar correcto en muchas de ellas.

Afuera oigo música y baile. Tocan el tambor afuera mientras mi gato afila sus garras aquí dentro, con parsimonia animal, casi extática diría yo.

Los tambores siguen.

El humo del tabaco se mezcla con el aire del recinto. Mas y mas sangre brota de mi pluma.

Paran los tambores.

Suena una flauta afuera, cinco pisos abajo en la escuela técnica que queda del lado de mi ventana.

Exhalo unas cuantas nubes e inundo mas el espacio del aroma a vainilla que viene fundido con mi tabaco, y que cada vez se hace mas evidente, casi tanto como la realidad misma.

En este momento o quizás siempre, y en una vil paradoja, el tiempo se sucede, transcurre. Es y existe con paciencia intocable, impermeable.

Soy su sujeto, soy sujeto del tiempo y sujeto a el. Su marioneta. Esclavo al que su maestro nada pide sino la muerte mientras mueve fichas que no se ven. Aunque mientras el humo brote, mi serenidad será tan inquebrantable como el pasar del tiempo, y al mismo tiempo seré dominado por el.

Y es que solo se necesita ese elemento al que me refiero para ver la realidad con un nuevo filtro, un nuevo matiz. El humo hace ver todo bajo la luz de la calma y la razón que surgen y envuelven todo en derredor.

La flauta que iba tocando al ritmo del miedo, disminuye su tempo.

Ya la realidad va cobrando un nuevo sentido. La lucidez momentánea va guiando los ojos e imaginación de este hombre común.

Aplausos.

Abajo aclaman al flautista.

El flautista inicia otra melodía, mucho mas calmada que la anterior. Pasa alrededor de media hora y luego se escuchan mas aplausos mientras el humo se disipa porque ya el tabaco se ha acabado.

Silencio.

Tal parece que esta puerta mental se empieza a cerrar.

"Un pueblo que no conoce sus raíces es fácilmente conquistado" Dice el presentador del evento que ha acabado afuera.

El humo disminuye en cantidad, mas no en aroma. Al parecer deja su alma atrás por un rato antes de marcharse por completo, sin embargo sé que el tiempo de escribir, de fumar y escuchar se agota.

Sube una niña pequeña al micrófono, le aplauden con fervor.

Se que la música que ha estado sonando es de mi tierra, pero desgraciadamente son culturas que no conozco, mas debo decir que es difícil mantenerme anti-patriota mientras toda esa alegría fluye afuera.

Finalmente el humo desaparece, sin dejar mas rastro que las cenizas en el cenicero. Un suspiro se me escapa. No me quiero marchar, pero el tiempo retoma las riendas que traigo atadas.

Simplemente me voy como el humo.

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