Después de tanto sufrimiento, de flagelo y autodestrucción, la pureza nunca llegó. Pareciese que entre mas la persiguiera, más se le escapaba por entre los dedos. Sin mas no poder buscaba en todos los lugares accesibles por ella, en internet, revistas y libros.
Al final terminó descubriendo a las malas, que la pureza es un invento del hombre. Que si existe, existe porque alguien la concibió como idea, y las ideas tienen ese poder de empezar a masticar a grandes bocados la consciencia humana. Tienen la capacidad de destruir por completo el sentido de la realidad, pero también de revolucionarlo por completo.
Pero María se enteró de esto con su propio cuerpo y su propia consciencia. Perdió la confianza en las personas, porque ella sabía que muchas de ellas no sabían lo que ella sabía. Ya no buscaba el amor. Esa era otra de esas construcciones falsas para dar esperanza y sentido a la existencia.
María murió.
Todavía camina por entre las calles de esta ciudad sucia y despiadada. Todavía es un cuerpo que late y produce calor, pero está vacía.
Vacía por dentro.
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