lunes, 24 de octubre de 2011

Mientras pierdo el sentido

Aquellos dos agudos timbres abandonan las entrañas del tiempo insípido que marca mi reloj,
-Son las diez!- mi reloj grita sin murmurar una palabra, a sabiendas que solo oigo el grito cuando lo miro.

Sí, en efecto son las diez de la noche, y de no ser así, no estaría escribiendo esto. Me gusta escribir tarde en la noche, o temprano en la mañana, cuando el mundo solo posee unos cuantos haciendo uso de su existencia a plena viveza, mientras los otros, abrazando la trastienda de sus mentes, hacen uso de su existencia a plena subconsciencia.

Me gusta escribir a estas horas, por que mi mente empieza una combustión espontánea que dirijo al teclado, me invade en llamas, si no la libero, me consume y se apodera de mí, cuando todo mi ser se vacía en símbolos irascibles, de repente de mis manos surgen palabras, frases, oraciones y párrafos. Sale de mí un fantasma.

Un fantasma que se regocija en una página escrita, un fantasma que grita en una mente revuelta, es tal vez la espina de un amor solitario, o bien puede ser el líder de las ideas fugaces, ideas etéreas y maravillosas, ideas crueles que se van antes de haberlas concebido, mofándose de mi mente revuelta y colapsada 

Y luego llegan las preguntas, y luego las preguntas que llegan a mitigar a las otras preguntas, y así, hasta que el reloj suena otra vez, y escupe el quejido que deja la medianoche en su conflicto de personalidad, aquella dualidad de ser noche y mañana, quiere ser tanto la madre que acuna a su niño, como la que lo levanta en la mañana, quiere ser el fin de la noche, y concebir al alba.

Progreso a través de los círculos de mi ser, anhelando llegar al centro, y al fin, saber quien soy, me visita la envidia, la despido, porque no quiero sentir envidia de mis amigos. Mis pensamientos dejan ya migas de coherencia a lo largo de la realidad, debajo de la luz prístina de la bombilla mis ojos se quejan, anhelan el abrazo de la oscuridad, la luz se va tan rápido que su desaparición mata mi energía, y abandono mi existencia a su suerte.

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